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FEBRERO: CONSTANCIA Y LIBERTAD

  • Posted by yoga_admin
  • On febrero 7, 2017
  • 0 Comments

abhyasa vairagyabhyam tan nirodhah

Detenerla [la ignorancia] requiere de práctica y desapego

Yoga Sutra, I.12

 

En esta línea del Yoga Sutra el Maestro Patánjali, discutiendo el entendimiento erróneo de la realidad que llamamos ignorancia, nos habla de dos ingredientes muy poderosos para poder revertir cualquier tendencia negativa y fortalecer su contraparte positiva. Al final de cuentas, somos una bola de hábitos (tanto mentales como físicos), y la práctica de yoga consiste en observar e identificar los que no nos nutren (recordar tema del mes pasado) y reemplazarlos con otros que sí lo hagan.

 

Abhyasa en sánscrito quiere decir repetición, o sea, práctica constante. Tomemos como ejemplo la práctica física del yoga, aunque en realidad esto aplica a cualquier disciplina. Hay personas que prueban el yoga una semana, vienen a dos clases y después lo dejan porque no vieron muchos beneficios. Posturas, cantos, y términos que nunca habían oído quizás crean más confusión que claridad. Es poco probable que podamos ver cambios dramáticos si no le hemos dado tiempo a la práctica para otorgar sus beneficios, y si lo hacemos esporádicamente. A través del tiempo y la constancia, el cuerpo se va tonificando, las posturas se van haciendo más placenteras y un aspecto agradable de esta práctica es que observas de forma tangible tu avance… aunque también el retroceso de haber suspendido tu práctica un tiempo.

 

Es muy gratificante ver cómo los alumnos constantes van avanzando en su práctica. Con sólo ser constante dos veces a la semana, al cabo de unos 2-3 meses el cuerpo empieza a cambiar. Ante estos beneficios no puede uno más que concluir que incrementar el tiempo de práctica traerá más beneficios y entonces suman una o dos clases a la semana. Inevitablemente, con el paso del tiempo nos damos cuenta de algo muy poderoso: esta práctica no sólo tonifica el cuerpo físico, sino el alma y todas las demás capas de nuestro ser. Ahí es cuando podemos atestiguar la verdadera magia del yoga. Descubrimos que las posturas son sólo la puntita del iceberg. Como las posturas tienen una incidencia directa en nuestro cuerpo energético (por eso la alineación es importante), conscientes o no empezamos a ser más felices y sentirnos mejor, y empezamos a constatar que nuestra realidad es un reflejo de nosotros mismos, que nuestro mundo empieza a cambiar y se torna más placentero. Empezamos a retomar el control de nuestra vida y la responsabilidad de nuestras acciones. Nos damos cuenta del poder que tenemos, y lo empezamos a integrar y aceptar voluntariamente. Y todo empieza viniendo a sudar y cantar OM dos veces a la semana…

 

Ahora bien, ¿para qué hago todo esto? ¿qué hago con estos resultados? Hay posturas como el chaturanga o el parado de cabeza que son hitos o puntos de referencia en los que vamos definiendo retos que nos motivan y nos dan satisfacción una vez que los alcanzamos. Las variaciones en las posturas existen porque si bien nuestros cuerpos energéticos son similares, el físico es distinto para cada quien. Hay personas bajitas, altas, flacas, con kilos de más, flexibles y no tan flexibles. Y todos podemos practicar yoga. Si logras integrar tu alineación física, con tu intención y tu respiración, moviéndote en conciencia, entonces sí practicas yoga; de lo contrario haces contorsione (y ahí sí gana el más flexible). Pero en el tapete y el salón de clases no hay competencias, es un encuentro contigo misma que usado de forma inteligente, te ayuda a conocerte más cada vez que lo pisas: tus fortalezas, áreas de oportunidad, reacción ante situaciones adversas y placenteras, entre muchas otras cosas. Ese tapete se convierte en tu terapeuta.

 

Hay una fuerte tendencia popular a creer que entre más contorsiones hagas, más avanzada eres en tu práctica de yoga. Sobre todo si inundas las redes sociales para que todos puedan ver que ya te paras de manos, o ya pareces pretzel. ¿Y…..???? Entiendo que sea emocionante poder lograr una variación nueva y poder pararse de manos, en ese sentido el reto y la ambición nos ayudan a traspasar nuestros límites físicos y  emocionales. Pero es aquí donde entra el segundo ingrediente poderoso: vairagya (se pronuncia vairaguia) –desapego. El ego es como una hiedra venenosa que cuando menos te lo esperas escala el muro y entonces te sorprende por detrás y te ahorca. Una verdadera práctica de yoga nos hace trascender las tendencias autocentradas y vamos cada vez abriendo más el corazón, y eso se refleja en una consideración directa a las necesidades de nuestro entorno y todos los que se encuentran en él. Eso sí es un igno de una practicante avanzada. Alcanzar esa postura nueva puede reforzar la edificación de esa identidad de esa yoguini avanzada con un cuerpazo, esperando que todos la vean y le pongan like. Por el otro lado de la moneda, si no te sale la postura, bien puedes estacionarte en un papel de victimización porque nada te sale. ¡Pobre de mí! Las posturas son lo que son, y si estamos anclados, podemos tener ecuanimidad para poder disfrutar, sin apegarnos ni engancharnos en las que nos salen bien, y también poder pasar, haciendo nuestro mejor esfuerzo y variación, en las que no nos salen.

 

Mucha gente piensa que estar desapegados es alcanzar un estatus de témpano de hielo en el que ya no disfrutas nada, ya no tienes preferencias y eres como zombi. Estar desapegado es dejar cualquier traza de identidad y motivación egocéntrica a un lado, es poder desarrollar esa entereza de permanecer o saber que ese momento es efímero y no durará para siempre, ya sea placentero o desagradable. Mi maestra Sharon Gannon dice que para poder desapegarse, tienes que permanecer en la situación para poder realmente observar qué pasa. Un ejemplo en la práctica es cuando hacemos una postura complicada (urdhva dhanurásana –arco- por ejemplo) y en la tercera de la quinta respiración, exhalamos con gran fanfarria poniendo cara de mártir y bajamos. Eso en realidad es evadir la realidad. Huir y no afrontar la situación. Sólo tú eres la que puede determinar  si bajar ahí evita una lesión, o refuerza el patrón de evasión. ¿Es una práctica individual, recuerdas?  ¡La práctica de yoga nos tiene que nutrir también!

 

Trata este mes, si tienes una práctica física de yoga, de tomar una postura en la que quieras avanzar, e incluirla cada vez que practiques. Si quieres trabajar en otro ámbito, adelante. Pide que te tomen una foto al inicio, y otra al final del mes. Enfócate en el proceso, y no en el objetivo final. Soltamos las expectativas de qué, cómo y cuándo vaya a ocurrir, y nos abocamos a hacerlo en conciencia, con una motivación pura y de forma correcta.

 

No eches en saco roto estos dos ingredientes que son la clave para avanzar de forma apropiada en la disciplina que quieras dominar. Con una práctica constante y sin brechas vamos creando una base firme, y con humildad aseguramos que la gracia y el conocimiento entren en nuestro corazón.

 

Rafael Cervantes, febrero 2017

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  • abhyasa vairagyabhyam tan nirodhah

    Detenerla [la ignorancia] requiere de práctica y desapego

    Yoga Sutra, I.12

      En esta línea del Yoga Sutra el Maestro Patánjali, discutiendo el entendimiento erróneo de la realidad que llamamos ignorancia, nos habla de dos ingredientes muy poderosos para poder revertir cualquier tendencia negativa y fortalecer su contraparte positiva. Al final de cuentas, somos una bola de hábitos (tanto mentales como físicos), y la práctica de yoga consiste en observar e identificar los que no nos nutren (recordar tema del mes pasado) y reemplazarlos con otros que sí lo hagan.   Abhyasa en sánscrito quiere decir repetición, o sea, práctica constante. Tomemos como ejemplo la práctica física del yoga, aunque en realidad esto aplica a cualquier disciplina. Hay personas que prueban el yoga una semana, vienen a dos clases y después lo dejan porque no vieron muchos beneficios. Posturas, cantos, y términos que nunca habían oído quizás crean más confusión que claridad. Es poco probable que podamos ver cambios dramáticos si no le hemos dado tiempo a la práctica para otorgar sus beneficios, y si lo hacemos esporádicamente. A través del tiempo y la constancia, el cuerpo se va tonificando, las posturas se van haciendo más placenteras y un aspecto agradable de esta práctica es que observas de forma tangible tu avance… aunque también el retroceso de haber suspendido tu práctica un tiempo.   Es muy gratificante ver cómo los alumnos constantes van avanzando en su práctica. Con sólo ser constante dos veces a la semana, al cabo de unos 2-3 meses el cuerpo empieza a cambiar. Ante estos beneficios no puede uno más que concluir que incrementar el tiempo de práctica traerá más beneficios y entonces suman una o dos clases a la semana. Inevitablemente, con el paso del tiempo nos damos cuenta de algo muy poderoso: esta práctica no sólo tonifica el cuerpo físico, sino el alma y todas las demás capas de nuestro ser. Ahí es cuando podemos atestiguar la verdadera magia del yoga. Descubrimos que las posturas son sólo la puntita del iceberg. Como las posturas tienen una incidencia directa en nuestro cuerpo energético (por eso la alineación es importante), conscientes o no empezamos a ser más felices y sentirnos mejor, y empezamos a constatar que nuestra realidad es un reflejo de nosotros mismos, que nuestro mundo empieza a cambiar y se torna más placentero. Empezamos a retomar el control de nuestra vida y la responsabilidad de nuestras acciones. Nos damos cuenta del poder que tenemos, y lo empezamos a integrar y aceptar voluntariamente. Y todo empieza viniendo a sudar y cantar OM dos veces a la semana…   Ahora bien, ¿para qué hago todo esto? ¿qué hago con estos resultados? Hay posturas como el chaturanga o el parado de cabeza que son hitos o puntos de referencia en los que vamos definiendo retos que nos motivan y nos dan satisfacción una vez que los alcanzamos. Las variaciones en las posturas existen porque si bien nuestros cuerpos energéticos son similares, el físico es distinto para cada quien. Hay personas bajitas, altas, flacas, con kilos de más, flexibles y no tan flexibles. Y todos podemos practicar yoga. Si logras integrar tu alineación física, con tu intención y tu respiración, moviéndote en conciencia, entonces sí practicas yoga; de lo contrario haces contorsione (y ahí sí gana el más flexible). Pero en el tapete y el salón de clases no hay competencias, es un encuentro contigo misma que usado de forma inteligente, te ayuda a conocerte más cada vez que lo pisas: tus fortalezas, áreas de oportunidad, reacción ante situaciones adversas y placenteras, entre muchas otras cosas. Ese tapete se convierte en tu terapeuta.   Hay una fuerte tendencia popular a creer que entre más contorsiones hagas, más avanzada eres en tu práctica de yoga. Sobre todo si inundas las redes sociales para que todos puedan ver que ya te paras de manos, o ya pareces pretzel. ¿Y…..???? Entiendo que sea emocionante poder lograr una variación nueva y poder pararse de manos, en ese sentido el reto y la ambición nos ayudan a traspasar nuestros límites físicos y  emocionales. Pero es aquí donde entra el segundo ingrediente poderoso: vairagya (se pronuncia vairaguia) –desapego. El ego es como una hiedra venenosa que cuando menos te lo esperas escala el muro y entonces te sorprende por detrás y te ahorca. Una verdadera práctica de yoga nos hace trascender las tendencias autocentradas y vamos cada vez abriendo más el corazón, y eso se refleja en una consideración directa a las necesidades de nuestro entorno y todos los que se encuentran en él. Eso sí es un igno de una practicante avanzada. Alcanzar esa postura nueva puede reforzar la edificación de esa identidad de esa yoguini avanzada con un cuerpazo, esperando que todos la vean y le pongan like. Por el otro lado de la moneda, si no te sale la postura, bien puedes estacionarte en un papel de victimización porque nada te sale. ¡Pobre de mí! Las posturas son lo que son, y si estamos anclados, podemos tener ecuanimidad para poder disfrutar, sin apegarnos ni engancharnos en las que nos salen bien, y también poder pasar, haciendo nuestro mejor esfuerzo y variación, en las que no nos salen.   Mucha gente piensa que estar desapegados es alcanzar un estatus de témpano de hielo en el que ya no disfrutas nada, ya no tienes preferencias y eres como zombi. Estar desapegado es dejar cualquier traza de identidad y motivación egocéntrica a un lado, es poder desarrollar esa entereza de permanecer o saber que ese momento es efímero y no durará para siempre, ya sea placentero o desagradable. Mi maestra Sharon Gannon dice que para poder desapegarse, tienes que permanecer en la situación para poder realmente observar qué pasa. Un ejemplo en la práctica es cuando hacemos una postura complicada (urdhva dhanurásana –arco- por ejemplo) y en la tercera de la quinta respiración, exhalamos con gran fanfarria poniendo cara de mártir y bajamos. Eso en realidad es evadir la realidad. Huir y no afrontar la situación. Sólo tú eres la que puede determinar  si bajar ahí evita una lesión, o refuerza el patrón de evasión. ¿Es una práctica individual, recuerdas?  ¡La práctica de yoga nos tiene que nutrir también!   Trata este mes, si tienes una práctica física de yoga, de tomar una postura en la que quieras avanzar, e incluirla cada vez que practiques. Si quieres trabajar en otro ámbito, adelante. Pide que te tomen una foto al inicio, y otra al final del mes. Enfócate en el proceso, y no en el objetivo final. Soltamos las expectativas de qué, cómo y cuándo vaya a ocurrir, y nos abocamos a hacerlo en conciencia, con una motivación pura y de forma correcta.   No eches en saco roto estos dos ingredientes que son la clave para avanzar de forma apropiada en la disciplina que quieras dominar. Con una práctica constante y sin brechas vamos creando una base firme, y con humildad aseguramos que la gracia y el conocimiento entren en nuestro corazón.   Rafael Cervantes, febrero 2017" target="_blank">

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