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TEMA DEL MES ABRIL 2020: EL AMOR EN TIEMPOS DEL VIRUS

  • Posted by yoga_admin
  • On abril 13, 2020
  • 0 Comments

El amor en los tiempos del virus…

“O dedicamos nuestro tiempo para ser más miserables, o lo dedicamos para ser más felices. Requiere la misma inversión de esfuerzo”.

Jorge Castaneda

     En las últimas semanas (y meses para muchos otros) hemos visto un cambio drástico en nuestras actividades diarias y estilo de vida. Una nueva pandemia y un bichito diminuto que ni siquiera podemos ver a simple vista nos trae en jaque.

Las pandemias no son nada nuevo en el mundo. Sin embargo, las condiciones en las que esta azota -tanto positivas como negativas- son muy diferentes a las demás. Los avances tecnológicos, cientificos y médicos son mucho más alentadores. La información vuela en segundos de un rincón del planeta a otro. Si algo ha dejado claro ya esta situación, es que todos estamos conectados y somos interdependientes. TODOS estamos siendo afectados por una u otra razón en esta crisis. Y todos podemos incidir de forma positiva o negativa en los otros.

El otro día leía una publicación que hablaba en términos vibracionales y de frecuencias lo que acontece en este momento. No soy científico, así que trataré de hacerlo lo más sucinto y comprensible. La resonancia de frecuencia media total de la Tierra es hoy de 27.4Hz, y por mucho, mucho tiempo estuvo en 7.6Hz. Los fisicos la llaman la resonancia de Schumann. Podriamos decir que es como el “latido predominante en la Tierra”, que ha ido incrementando sobre todo de forma acelerada en las últimas décadas.

El COVID-19 tiene una vibración de 5.5 a 14.5Hz. O sea que en gamas más altas no puede estar activo y a partir de los 25.5 hz, muere. Interesantemente, dicha publicación hablaba también de la frecuencia vibratoria de las emociones humanas.

Por un lado, tenemos las de baja vibración, desde un rango que va del dolor (0.1 a 2 Hz); pasando por el miedo, resentimiento, irritación, trastorno, furia, rabia, orgullo, abandono y llegando a la superioridad (1.9Hz).

Por otro lado y en el otro espectro, tenemos la generosidad (95Hz), pasando por la gratitud, sentimiento de unidad, compasión, amor, y amor incondicional (205Hz y más).

En el budismo se hace una distinción entre el amor (el deseo de que otro u otros sean felices) y la compasión (el deseo de que otro u otros no sufran). Esta distinción cualitativa hace que el amor “dé” (felicidad), y la compasión “quite” (sufrimiento).

Más aún, se tiene una versión “elevada” de estos dos, que cuando se les agregan el gozo y la ecuanimidad, tenemos lo que se conoce como los Cuatro Inconmensurables. Se llaman así porque el objeto al que se dirigen, a diferencia del amor y compasión que se origina con pensamientos sesgados y muchas veces individualistas, se dirige a TODOS los seres, sin excepción. Por eso es incomensurable, porque no tiene distinciones (ecuanimidad inconmensurable) y se desea que todos alcancen ese estado de plenitud (gozo inconmensurable).

Es momento de decidir en qué barco nos queremos subir: en el Crucero del Amor, o en el Titanic. Esta situación nos dará la oportunidad de subir la frecuencia vibratoria en nuestro corazón, o dejar que se derrumbe. Esa es una decisión INDIVIDUAL, lo que se conoce como el libre albedrío. Ya hemos hablado de cómo podemos usar esta situación para poder ir hacia el interior, y aprovecharla dada las circunstancias que estés afrontando.

Llenar la cabeza con noticias alarmantes (muchas de ellas ni siquiera fundamentadas), estar dándonse cuerda para criticar, quejarse, apuntar dedos y reforzar el enojo, sólo hará que la frecuencia vibratoria de tus emociones disminuya. El sistema de creencias que tenemos genera nuestros pensamientos y la reacción ante las situaciones externas, generando emociones que dictan al cerebro el tipo de químicos que envía al cerebro, teniendo así una incidencia directa en el cuerpo físico. Los químicos asociados a las emociones con frecuencia baja a la larga dañan al cuerpo, los asociados a las emociones con frecuencia alta fomentan la salud.

Es momento de hacerse responsables de nuestra realidad. Tenemos la vida, los gobiernos y el entorno que estamos proyectando desde ADENTRO. Cada uno es responsable de la película que ve en su mundo, y así como en el cine ves la misma película que tú y otros escogieron ver, verás realidades similares a las personas que vibren en una frecuencia similar a la tuya. Y el contenido de esa película lo dictan los pensamientos, palabras y acciones que sembramos cada milisegundo.

Algo que también nos ha enseñado este virus, es que no distingue entre fronteras, clases sociales, edad, nivel de estudios, especies, nadie ha quedado exento. Dejemos que esa capacidad de no discriminar sea la que “infecte” a nuestras emociones positivas: ayuda cómo puedas, desde donde puedas y en la medida de tus posibilidades a aportar un cambio positiva a la vibración colectiva. Trabaja contigo mismo(a) para poder generar tolerancia, amor y paciencia, sobre todo con los que piensen y actúen de forma diferente. Empezando evidentemente con uno mismo(a), para de ahí poder expandirla a los demás.

Tampoco quiere decir que no puedas expresar tus opiniones o tomar acción e iniciativas… pero todo se puede efectuar desde una plataforma de vibración alta o baja: una vez más, la conciencia y elección personal.

Cambiar y soltar patrones viejos e inservibles duele y es muy difícil. Tengamos fe que esas emociones de vibración baja ya pasaron de moda. Crucifiquemos a esas en nuestro corazón para que resuciten las de vibración alta. Confiemos en que la mejor inversión de nuestro tiempo y esfuerzos es en elevar nuestra frecuencia vibratoria. No estamos solos: la Madre Tierra, vibracionalmente hablando, nos cobija y nos abraza.

 

-Rafael Cervantes, abril 2020

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  • El amor en los tiempos del virus…

    “O dedicamos nuestro tiempo para ser más miserables, o lo dedicamos para ser más felices. Requiere la misma inversión de esfuerzo”.

    Jorge Castaneda

         En las últimas semanas (y meses para muchos otros) hemos visto un cambio drástico en nuestras actividades diarias y estilo de vida. Una nueva pandemia y un bichito diminuto que ni siquiera podemos ver a simple vista nos trae en jaque. Las pandemias no son nada nuevo en el mundo. Sin embargo, las condiciones en las que esta azota -tanto positivas como negativas- son muy diferentes a las demás. Los avances tecnológicos, cientificos y médicos son mucho más alentadores. La información vuela en segundos de un rincón del planeta a otro. Si algo ha dejado claro ya esta situación, es que todos estamos conectados y somos interdependientes. TODOS estamos siendo afectados por una u otra razón en esta crisis. Y todos podemos incidir de forma positiva o negativa en los otros. El otro día leía una publicación que hablaba en términos vibracionales y de frecuencias lo que acontece en este momento. No soy científico, así que trataré de hacerlo lo más sucinto y comprensible. La resonancia de frecuencia media total de la Tierra es hoy de 27.4Hz, y por mucho, mucho tiempo estuvo en 7.6Hz. Los fisicos la llaman la resonancia de Schumann. Podriamos decir que es como el “latido predominante en la Tierra”, que ha ido incrementando sobre todo de forma acelerada en las últimas décadas. El COVID-19 tiene una vibración de 5.5 a 14.5Hz. O sea que en gamas más altas no puede estar activo y a partir de los 25.5 hz, muere. Interesantemente, dicha publicación hablaba también de la frecuencia vibratoria de las emociones humanas. Por un lado, tenemos las de baja vibración, desde un rango que va del dolor (0.1 a 2 Hz); pasando por el miedo, resentimiento, irritación, trastorno, furia, rabia, orgullo, abandono y llegando a la superioridad (1.9Hz). Por otro lado y en el otro espectro, tenemos la generosidad (95Hz), pasando por la gratitud, sentimiento de unidad, compasión, amor, y amor incondicional (205Hz y más). En el budismo se hace una distinción entre el amor (el deseo de que otro u otros sean felices) y la compasión (el deseo de que otro u otros no sufran). Esta distinción cualitativa hace que el amor “dé” (felicidad), y la compasión “quite” (sufrimiento). Más aún, se tiene una versión “elevada” de estos dos, que cuando se les agregan el gozo y la ecuanimidad, tenemos lo que se conoce como los Cuatro Inconmensurables. Se llaman así porque el objeto al que se dirigen, a diferencia del amor y compasión que se origina con pensamientos sesgados y muchas veces individualistas, se dirige a TODOS los seres, sin excepción. Por eso es incomensurable, porque no tiene distinciones (ecuanimidad inconmensurable) y se desea que todos alcancen ese estado de plenitud (gozo inconmensurable). Es momento de decidir en qué barco nos queremos subir: en el Crucero del Amor, o en el Titanic. Esta situación nos dará la oportunidad de subir la frecuencia vibratoria en nuestro corazón, o dejar que se derrumbe. Esa es una decisión INDIVIDUAL, lo que se conoce como el libre albedrío. Ya hemos hablado de cómo podemos usar esta situación para poder ir hacia el interior, y aprovecharla dada las circunstancias que estés afrontando. Llenar la cabeza con noticias alarmantes (muchas de ellas ni siquiera fundamentadas), estar dándonse cuerda para criticar, quejarse, apuntar dedos y reforzar el enojo, sólo hará que la frecuencia vibratoria de tus emociones disminuya. El sistema de creencias que tenemos genera nuestros pensamientos y la reacción ante las situaciones externas, generando emociones que dictan al cerebro el tipo de químicos que envía al cerebro, teniendo así una incidencia directa en el cuerpo físico. Los químicos asociados a las emociones con frecuencia baja a la larga dañan al cuerpo, los asociados a las emociones con frecuencia alta fomentan la salud. Es momento de hacerse responsables de nuestra realidad. Tenemos la vida, los gobiernos y el entorno que estamos proyectando desde ADENTRO. Cada uno es responsable de la película que ve en su mundo, y así como en el cine ves la misma película que tú y otros escogieron ver, verás realidades similares a las personas que vibren en una frecuencia similar a la tuya. Y el contenido de esa película lo dictan los pensamientos, palabras y acciones que sembramos cada milisegundo. Algo que también nos ha enseñado este virus, es que no distingue entre fronteras, clases sociales, edad, nivel de estudios, especies, nadie ha quedado exento. Dejemos que esa capacidad de no discriminar sea la que “infecte” a nuestras emociones positivas: ayuda cómo puedas, desde donde puedas y en la medida de tus posibilidades a aportar un cambio positiva a la vibración colectiva. Trabaja contigo mismo(a) para poder generar tolerancia, amor y paciencia, sobre todo con los que piensen y actúen de forma diferente. Empezando evidentemente con uno mismo(a), para de ahí poder expandirla a los demás. Tampoco quiere decir que no puedas expresar tus opiniones o tomar acción e iniciativas… pero todo se puede efectuar desde una plataforma de vibración alta o baja: una vez más, la conciencia y elección personal. Cambiar y soltar patrones viejos e inservibles duele y es muy difícil. Tengamos fe que esas emociones de vibración baja ya pasaron de moda. Crucifiquemos a esas en nuestro corazón para que resuciten las de vibración alta. Confiemos en que la mejor inversión de nuestro tiempo y esfuerzos es en elevar nuestra frecuencia vibratoria. No estamos solos: la Madre Tierra, vibracionalmente hablando, nos cobija y nos abraza.   -Rafael Cervantes, abril 2020" target="_blank">

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