AGOSTO: RENUNCIA
- Posted by yoga_admin
- On agosto 8, 2016
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“La verdadera renuncia es un estado mental. No necesariamente quiere decir que abandonemos algo”.
SS XIV Dalai Lama
El concepto de renuncia, sobre todo en un contexto budista, es de suma importancia en nuestro crecimiento espiritual. Se puede decir que el inicio de nuestra carrera espiritual comienza ahí, es el punto de partida. La renuncia es un sentimiento de hastío que surge del análisis de las desventajas que conlleva la existencia cíclica y mundana en la que vivimos. La palabra tibetana para renuncia es “ngen-yung”, ngen quiere decir ‘definitivamente’, y yung, quiere decir, ‘emerger’, o ‘salir’. Necesitamos en conciencia salir de nuestros patrones negativos y autodestructivos para poder dirigir nuestra energía a un despertar de conciencia, de lo contrario seguimos atrapados en una zona de desvalorización y autodevaluación que nos mantiene atascados.
Por muchos siglos esta idea de renuncia se ha traducido en una falsa creencia de que ser espiritual implica renunciar a las posesiones materiales y la vida “mundana”. Se creía que la única manera de iluminarse era dejando todo atrás y yéndose a vivir a una cueva a meditar por el resto de los días. El mundo se dividió a grandes rasgos en dos puntos de vista polarizados: los materialistas (principalmente en occidente) y los espirituales (principalmente en oriente). Se nos ha hecho creer que el éxito y la felicidad provienen de poseer bienes materiales, estatus social, personas o reconocimiento. Curioso que nada de esto nos llevamos al momento de morir. Tampoco quiere decir que si te interesa la espiritualidad, ahora vivas en un estado de incertidumbre económica y de despojo material porque ya estás “desapegada(o)”. Los yoguis usan todas sus experiencias y situaciones para poder trascender: tu familia, trabajo, circunstancias y relaciones pueden ayudarte a crecer… o a hundirte más. Esa es una decisión personal.
Como dice SS Dalai Lama en la cita al inicio, la renuncia es un estado mental. En algún momento de la vida, si somos afortunados, nos cuestionamos nuestro propósito en este mundo y confirmamos en el fondo de nuestro corazón que vinimos a este mundo a hacer algo más que comprar, comer, trabajar esclavizados a una empresa, buscar al príncipe (o princesa azul), reproducirnos y morir. Si somos más afortunados, quizás este cuestionamiento y conclusión nos llega observando un bello atardecer en la playa o en el bosque. Pero a la mayoría de nosotros muchas veces la renuncia toca la puerta con algún tipo de sacudida: una enfermedad, un divorcio, la muerte de alguien cercano, una pérdida material… algo que nos mueve los cimientos y nos haga preguntar “¿Para, y por qué ocurre esto?”. Si estás leyendo o escuchando esto es que de alguna forma esto ya pasó. Y eso es muy bueno.
El problema no es tener cosas, ni relaciones. No tienes que dejar tu casa, trabajo y familia mañana, ponerte una túnica y raparte el pelo para nunca más volver. Si reconocemos la impermanencia y futilidad de las posesiones y relaciones, y nos abocamos a disfrutarlas en el momento sin expectativas ni apegos, entonces las disfrutamos realmente. Suena muy bonito, ¡pero en la práctica es muy difícil de llevar a cabo! Soltar patrones arraigados y salir de nuestra zona de confort da miedo y cuesta mucho, toca la raíz de nuestras resistencias. Pero no todo está perdido. En el Yoga Sutra el Maestro Patánjali nos ayuda recordándonos dos ingredientes que pueden ayudar a sobreponernos ante esta inercia: abhyasa y vairagya (YSP I.12). Abhyasa es repetición, y vairagya (se pronuncia ‘vairaguia’) desapego.
A final de cuentas nuestra mente está compuesta por una serie de tendencias y hábitos que hemos cultivado a lo largo de nuestras vidas (y más si crees que hay otras antes), y la práctica de yoga consiste en poco a poco irlos reconociendo para de ahí empezar a reemplazarlos por hábitos más saludables y beneficiosos. En este contexto, se trata constantemente recordar el objetivo de la práctica espiritual, las desventajas del apego y la ignorancia, y saber que vamos por buen camino. Ir reprogramando nuestra mente con una práctica diaria y sincera. Desarrollar una conciencia crítica y con discernimiento para saber qué es lo que en realidad nos acerca a la iluminación, y qué nos aleja.
En cuanto al desapego, pues recordar que nada dura para siempre, ni las cosas que tanto nos gustan, ni los baches en los que caemos y que parecen quedarse para siempre. Todo está en constante cambio. Entre menos expectativas tengamos (que no quiere decir que no tengamos rumbo ni planes), menos frustraciones habrá. El estar constantemente esperando que las cosas sucedan como uno quiere, sólo desgasta y fomenta la neurosis. Fluir y soltar. El control es una ilusión. Podemos seguir disfrutando nuestras posesiones sabiendo que en cualquier momento se pueden perder, disfrutando nuestras relaciones sabiendo que en cualquier momento pueden terminar, sentirnos bien por nuestros logros, sabiendo que en cualquier momento se pueden esfumar. Es mucho más sano vivir así, y es paradójicamente cuando realmente se disfrutan las cosas y personas. Podemos empezar pasito a pasito fortaleciendo esta visión, ya lo dijo Napoléon: “Despacio que voy de prisa”.
Vinimos a este mundo respondiendo a un antiguo y profundo llamado de nuestra alma: evolucionar. Vinimos a trabajar en esta dimensión, en donde los karmas irresueltos se trabajan sintiendo. Perdamos el miedo a sentir y abrir el corazón. No estamos solos.
Vinimos a darnos cuenta que la verdadera felicidad, proviene de hacer felices a los demás. Vinimos a despertar en amor.
Rafael Cervantes, julio 2016
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