JULIO: EL PERDÓN
- Posted by yoga_admin
- On julio 7, 2016
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Se perdona mientras se ama
François de La Rochefoucauld (1613-1680) Escritor francés
El perdón es un tema que todas las religiones, la filosofía e incluso la ley, contemplan. El diccionario de la Real Academia define al perdón como la “Remisión de la pena merecida, de la ofensa recibida o de alguna deuda u obligación pendiente”. Los ingredientes principales para hablar del perdón son entonces: un actor, una acción que más tarde será reconocida como ofensiva o agresiva y una persona ofendida que la reconozca como tal.
Todos en algún momento hemos sido “agredidos”, “dañados” o “abusados” en distinto grado y circunstancia, y el agresor pudo haber sido alguien cercano a nosotros o no. Cuando sentimos esa agresión, surge dolor, que puede ser físico o emocional. Cada uno de nosotros tiene un umbral distinto al dolor, pero es claro que con repetidas instancias de sentirnos atacados, creamos una coraza para poder aislarnos de ese dolor que se fue acumulando o que vendrá. Ya desde el momento de la concepción y con la conciencia que va evolucionando en ese ser, se van grabando impresiones que irán impactando la forma en la que nuestra vida se desenvuelva en el futuro.
Quizás en algún momento decidimos confiar o abrirnos, y cuando llega la agresión sentimos que esa fue la causa del problema, y concluimos entonces que confiar, exponerse o mostrar los sentimientos es algo malo que tiene que ser evitado a toda costa. Esta coraza va creciendo, y el veneno del dolor atrapado que no encuentra salida va contaminando poco a poco nuestro corazón.
Hay elementos que obstaculizan el surgimiento del perdón, de entre ellos destacamos tres:
· Egoísmo. Todas los grandes caminos espirituales están de acuerdo, de una forma u otra, que la causa del sufrimiento es la ignorancia, que es un entendimiento erróneo de la realidad. Nacimos cableados, por así decirlo, para percibir el mundo y su contenido como algo que viene a nosotros, y no de nosotros. En lo más fondo de nuestro ser, el apego más grande al que estamos sujetos es a nuestro “yo”, un conglomerado de cuerpo y mente al que sin poder realmente ubicar con certeza, defendemos a capa y espada. Desde ahí velamos por el bienestar de una sola persona: ese yo. No es que esté mal cuidarse a sí mismo, sino que acciones que derivan de un entendimiento erróneo de nosotros mismos, terminan desgraciadamente hiriendo a otros o ignorando sus necesidades.
· Soberbia. Ese yo ignorante nos hará pensar que somos la reencarnación de nuestro súper héroe favorito, nuestro santo predilecto y nuestro modelo(a) favorito(a). Yo estoy bien, los demás están mal: mi familia, mi cultura, mi pareja, y sobre todo, ese agresor que me hizo daño. No hay vuelta de hoja porque mi verdad es la única que prevalece.
· Enojo. El Buddha dijo que un simple momento de instancia destruye eones (¡mucho, mucho tiempo!) de acciones virtuosas. Esto para ilustrar que el enojo es un veneno que en condiciones extremas puede causar un daño que podríamos incluso considerar irreparable. No es para decir que no debemos honrar y vivir los enojos que se presenten para poder liberarlos. Pero desde la perspectiva de ese limitado “yo”, sólo es tirar leña al fuego.
Los antídotos a estos elementos que impiden que el perdón surja, pueden ayudarnos a ablandar nuestra postura.
· Sabiduría. ¿Has intentado buscar a ese “yo” que se ofende tanto? ¿Te has cuestionado en última instancia quién está creando esta situación y a esa persona involucrada? ¿Estás dispuesto(a) a aceptar que tú tienes responsabilidad fincada en esta situación? Ya lo han dicho los grandes maestros: tu mundo externo es un reflejo de tu mundo interno. Es hora de madurar y tomar responsabilidad y control del contenido que experimentamos en nuestra realidad.
· Humildad. ¿Has considerado que tu postura no necesariamente es la que prevalece bajo cualquier circunstancia? ¿Has intentado ponerte en los zapatos de la otra persona? ¿Podemos cambiar el discurso del “tú-tú” (tú me hiciste, tú me dijiste, tú me dañaste) por el “yo-yo” (cuando tú hiciste o haces eso, yo entiendo esto, ¿quisiste decir en realidad esto que yo entendí?). El poder bajar la cabeza y salir de nuestro mundo y visión limitada amplia los horizontes y da otra perspectiva. La terquedad no ayuda a dar este paso.
· Compasión. En el fondo, todos los seres buscamos una sola cosa: ser felices y no sufrir. Esto nos vuelve a traer a esta famosa ignorancia. Muchos de nosotros por los condicionamientos que tenemos y por el dolor recibido, creemos tristemente que generar daño a otro puede de alguna forma resultar en un resultado provechoso para nosotros mismos. Quizás de forma ilusoria y temporal así parezca, pero la ley de causa y efecto se encarga de hacernos ver que no es el caso. Las acciones de los que nos han dañado, en el fondo, son resultado del dolor profundo que cargan en su corazón y que sólo pueden encontrar una salida a través de la agresión. Qué mejor ejemplo de una visión clara y pura en la que al momento de ser crucificado, Jesús haya dicho “Señor perdónalos, no saben lo que hacen”.
El perdón libera, engrandece y abre nuestro corazón a nuevas oportunidades y tomas de conciencia más elevadas. Inconscientemente no queremos soltar ese dolor o ese enojo, porque de alguna forma nos hemos definido a través de él. Es hora de dejarlo ir. La vida es corta y de nada sirve ir cargando costales de piedras que vamos acumulando con el tiempo. Al perdonar, se abre una puerta nueva que conduce a un estado de claridad, apertura y más amor. Al final, es ese amor el que entra y resana todas las heridas. Desde esa plataforma amorosa se pueden sanar y liberar esos vínculos dañinos que no se han perdonado.
Rafael Cervantes, julio 2016
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