OCTUBRE 2018: DE CRISÁLIDA A MARIPOSA
- Posted by yoga_admin
- On octubre 15, 2018
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De Crisálida a Mariposa
“Aquello que para la oruga se llama fin del mundo,
para el resto del mundo se llama mariposa”.
Lao Tse
Este mes en algunas las clases de la mañana ocurrió un evento mágico: cientos -o incluso miles- de mariposas desfilaron aleteando alegremente cruzando la plaza en la que nos encontramos. Mariposas amarillas, blancas, naranjas; seres frágiles que el viento las puede arrastrar sin problema pero que mostraban una determinación y una seguridad de saber con claridad a dónde se dirigían.
La mariposa ha sido siempre un símbolo poderoso de la transformación. Un ser que nace como una larva u oruga y que se encierra en un capullo para poder emerger como un ser completamente distinto y hermoso, que abre sus alas y se dispone a explorar el mundo.
No pude dejar de pensar en estas mariposas por un buen tiempo. Si bien no todas las especies de mariposas son migratorias, seguramente estas venían de un clima más frío en su anual recurrido a tierras más cálidas, como las mariposas monarcas que viajan desde Canadá a México. Y así, me puse a reflexionar:
- ¿Cuánto representaría para un humano recorrer a pie una distancia similar, toda proporción guardada?
- ¿Qué comen?
- ¿Cada cuándo descansan y dónde duermen?
- ¿Qué las guía para que lleguen a su destino (¡evidentemente no usan mapas ni waze para llegar!)?
- Siendo seres tan frágiles, ¿cuánta energía necesitan para revolotear esas grandes distancias?
- ¿Perderán esperanza cuando el viento las saca de su curso? ¿O cuando la lluvia les cae encima?
- ¿Se darán aliento unas con otras en su largo recorrido?
¿Como será el inicio y la percepción de una larva u oruga que se tiene que arrastrar, quizás ciega, para hacerse frente en sus primeros días de vida? En estos momentos se alimentan de plantas, y muchas veces se consideran una plaga. Y llegado un momento de su desarrollo, la oruga se protege en un lugar resguardado y allí se transforma en crisálida. En este estado no se alimenta, y sufre grandes cambios metabólicos y morfológicos, cuyo conjunto es llamado metamorfosis. ¿Cómo se sentirá esa crisálida sufriendo cambios vertiginosos en su cuerpo y metabolismo, confinada a un espacio reducido, sin poder ver la luz del día ni siquiera saber lo que ocurre fuera de su capullo? ¿Se sentirá aprisionada, confundida, sin esperanza? ¿O sentirá el calor de su refugio confiando en la madre naturaleza y esperando que esos cambios puedan asentarse para dar forma algo nuevo?
Eventualmente, la mariposa adulta sale rompiendo el esqueleto externo de la crisálida. Y en ese momento se transforma en otro ser: externamente hermoso, con alas coloridas (excepto las especies nocturnas), un cuerpo distinto y una sed de abrir esas alas para volar. ¿Qué sentirá en su vuelo inicial? ¿Cómo cambia el mundo cuando lo puedo ver desde arriba, y ya no tengo que estar confinado a una planta o las paredes de mi capullo? ¿Qué se sentirá poder ver el horizonte y todo el inmenso paisaje frente a mí, sabiendo que puedo volar en cualquiera de esas direcciones, buscando flores y aprendiendo a comer de una nueva forma?
Nosotros como humanos pasamos etapas similares. Quizás en algunos momentos nos hemos sentido como larvas, que luchamos por arrastrarnos buscando algo de alimento, cuando incluso nos sentimos feos, o pensamos que somos una plaga para otros. Y eso nos motiva a buscar un refugio, que muchas veces erróneamente lo buscamos fuera de nosotros, en hábitos, personas, o relaciones que no nos nutren. Hasta que eventualmente podemos buscar ese capullo nuestro interior, dejando que ese espacio nos alimente, nos nutra y nos empiece a transformar. ¿Podemos confiar en ese momento en que Dios o un entendimiento o sabiduría superior sabe que es necesario que pasemos por este proceso de sentirnos atrapados y sin luz, para dejar que al final emerja nuestro Ser Divino en su totalidad? ¿O preferimos quedarnos atascados y seguir perpetuando esa prisión autoimpuesta sintiéndonos como orugas? En eso radica el famoso libre albedrío. Esta transformación requiere de fe, entrega y poder desenterrar mucho dolor que ha quedado guardado. Y es normal sentirse impotente, sin fuerza y energía.
Pero si nos inspiramos en esas mariposas migrantes, es muy reconfortante ver como una criatura tan vulnerable y hermosa tiene una determinación férrea y una confianza plena de saber que va en el camino indicado. No vacilan, no titubean y se entregan a su travesía con todo su Ser. Respetando y honrando esa larva y esa metamorfosis que las hizo abrir las alas para ser libres. Dejemos que nuestro corazón regrese a casa y retomemos ese poderoso significado de una oración que muchos desde niños aprendimos: Hágase Tu Voluntad. La voluntad del Amor Incondicional que no conoce fronteras, y no la voluntad del ser autocentrado que termina eventualmente sufriendo.
Rafael Cervantes, octubre 2018
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