SEPTIEMBRE: INDEPENDENCIA
- Posted by yoga_admin
- On septiembre 4, 2016
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INDEPENDENCIA
yama-niyama-ásana-pranayama-pratyahara-dhárana-dhyana-samadhi-ashtanga
Las ocho ramas del yoga son: autocontrol, compromisos, posturas, control de la respiración, abstracción de los sentidos, fijación, enfoque y meditación perfecta.
YSP II.29 (modificado ligeramente en sánscrito para facilitar lectura)
El modelo espiritual propuesto por el Maestro Patánjali (200 a.C aprox) consiste de ocho (ashta) ramas o pasos (anga). No hay que confundir este Ashtanga con la práctica cuyo promotor principal en nuestra era fue el gran maestro Shri Pattabhi Jois ( si bien su invocación antes de cada práctica es precisamente al Maestro Patánjali). Cuando el Yoga migra a occidente, pierde en el camino muchos de estos pasos y pasa a ser considerado como una serie de ejercicios o contorsiones que resultan divertidas para subir fotos al Facebook. Es mucho más que eso, y afortunadamente hubo instancias en las que migró en su totalidad con maestros occidentales muy respetables, y la fusión con occidente también lo ha enriquecido con algunos de los valores e ideas que son fuertes de este lado del mundo (más “democrático” por ejemplo, con muchas mujeres enseñando y practicando).
Yoga quiere decir unión, y una de las formas de interpretar esto es la unión de métodos internos y externos. Los primeros cinco pasos del yoga (yama, niyama, ásana, pranayama, pratyahara) son métodos externos, y los últimos tres (dhárana, dhyana y samadhi) son internos. Eso quiere decir que un practicante de yoga trabaja con la totalidad de su ser, por afuera y por dentro. Trabaja con su cuerpo físico, emocional, mental y energético. Ahí radica el poder del yoga -que toca a nosotros otorgarle-, tratar en conciencia de explotar la conexión de estos cuerpos. Esta práctica te dará la intención que estés buscando: bajar de peso o iluminarte. ¿Por qué no combinar ambos e iluminarnos sin barriga prominente?
El primer paso, yama, que está en sí conformado por otros cinco pasos, está basado en la no violencia (ahimsa). El o la practicante de yoga dirige sus acciones para crear el menor daño posible a sí mismo(a) y a su entorno. En el segundo paso, hacemos un compromiso con la práctica espiritual siguiendo también otras cinco recomendaciones, cuya esencia es quitar la motivación egocéntrica de nuestras acciones. El tercer paso son las posturas, el cuarto los ejercicios de respiración, y el quinto la abstracción de los sentidos.
Este orden no es coincidencia. Vivimos en un mundo en el que constantemente desparramamos toda nuestra atención hacia fuera, y hemos perdido mucho la conexión con el idioma de nuestro cuerpo, emociones y constitución interna. Estamos condicionados a buscar fuera de nosotros objetos, personas o circunstancias para saciar nuestro vacío: buscamos placer, gozo, compañía, gratificación, reconocimiento, fama, y muchas otras cosas más. Cuando empezamos la práctica de yoga, que muchas veces empieza por una motivación física (menos estrés, bajar de peso, porque está de moda, etc), con el tiempo su magia empieza a traer beneficios a nuestro ser. A nivel físico, por ejemplo, empiezas a notar tono, fuerza y flexibilidad en tus músculos, el beneficio de trabajar con los órganos y las glándulas en el cuerpo, tiene una incidencia directa en el estado de ánimo ya que estas últimas secretan hormonas. El problema es que hemos despedido a los científicos en nuestro laboratorio interno y contratamos mejor a otros sustitutos: azúcar, harinas refinadas, alcohol, etc. Con el tiempo, empiezas a notar que tu cuerpo empieza a “pedirte” cosas que automáticamente le empiezan a hacer bien. Te empiezas a nutrir, y no a alimentarte tóxicamente, y eso es MUY bueno.
A nivel emocional empezamos a notar con el tiempo más entereza y ecuanimidad. ¡Esos corajes y cantidad emociones que surgen en el tapete no son en vano! Ahí la mente copia todo lo que hacemos afuera. Empiezas también a nutrirte de pensamientos más beneficiosos. Automáticamente empezamos a ser más amables, con nosotros, y con los demás… y ahí empezamos a practicar yoga. Con el tiempo empezamos a modificar hábitos, relaciones, y actividades que no se alineen con nuestro nuevo objetivo en la práctica: felicidad duradera. Es normal (y quizás buen signo de que tu práctica esté haciendo un trabajo profundo) que te empiecen a ver como bicho raro o te echen en cara tu nuevo estilo de vida. Ser yogui es como ser un salmón, empezarás un viaje a contracorriente en muchos frentes, cuestionando/dialogando interna y externamente, y retomando el control de tu vida. Es, en realidad, ¡un viaje muy emocionante que cada vez aporta más bienestar!
Si seguimos estos pasos, eventualmente e inevitablemente empezaremos a volcar la atención hacia dentro (pratyahara). Nos procuraremos más a nosotros mismos, nos nutriremos y empezaremos a darnos cuenta que en realidad, ya dentro de nosotros encontramos mucho más paz y bienestar que antes. Empezamos a hacernos personas in-dependientes. Dependientes del “in”, y no del “out” (valga el juego de palabras en inglés).
Los pasos internos son muy importantes. Sin meditación y entrenamiento mental corremos mucho peligro de ser arrastrados por la corriente de hábitos mentales que llevamos cultivando por mucho tiempo. Es necesario entrenar el “músculo mental” para poder generar una plataforma de ecuanimidad y sabiduría y poder así cambiar nuestro sistema operativo, que tiene uno que otro problemilla que tiene que ser atendido.
La práctica de yoga nos empieza a hacer personas más responsables. Responsables de nuestras acciones, de nuestros pensamientos y emociones, responsables de nuestra realidad. Nos devuelve el poder que cedimos hace mucho tiempo, nos devuelve el entendimiento que somos nosotros los que proyectamos nuestra realidad, que no es más que un reflejo de todo lo que llevamos dentro. Nos devuelve la emoción y la ilusión de empezar a diseñar una vida más feliz, plena y abundante, si decidimos vibrar interna y externamente en esa misma frecuencia. Nos devuelve nuestra libertad y nuestra independencia. Este mes que en México se celebra la Independencia, gritemos y celebremos ese derecho innato de ser felices.
¡Qué viva el Yoga! ¡Qué viva [tu nombre]!
Rafael Cervantes, septiembre 2016
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